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PERROS Y GATOS FAMOSOS LA FAMA ES PURO CUENTO (AQUÍ NO TRATAMOS SÓLO DE PERROS Y GATOS AFAMADOS O CON AMIGOS CÉLEBRES) PERO ES UNA BUENA PUERTA DE ENTRADA PARA CONOCER HISTORIAS O ESTAMPAS ENTRAÑABLES. AL FIN Y AL CABO: EN CUALQUIER PERRO O GATO CONFLUYEN TODOS LOS PERROS O GATOS QUE EXISTEN O HAN EXISTIDO TANTO EN LA REALIDAD COMO EN LA IMAGINACIÓN HUMANA.

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sábado, 4 de marzo de 2023

COSAS DE PERROS - JOHANNES MARIO SIMMEL// LA OSTENTACIÓN, ANÁLISIS DE LA TEORÍA DE VEBLEN

 







Cosas de perros 

Ayer fue inaugurada en Viena la Exposición Canina Internacional. 

(Noticia de Prensa) 

Que a nadie se le ocurra imaginarse que nosotros, los perros, llevamos una vida fácil. Durante la guerra, aun íbamos tirando. Cada cual tenía sus propias preocupaciones. Pero en los dos últimos años, la necesidad social de presentar a nuestras amas en exposiciones internacionales se ha hecho tan imperante, que ninguno de nosotros escapa a semejantes certámenes. Yo mismo —un vulgar basset de pelo largo, partidario de una vida retirada y contemplativa— sostuve una larga conversación con mi amigo Teddy, en el transcurso de la cual, allá junto al precioso farol del Schwarzenbergplatz, acordamos finalmen-te visitar la exposición internacional de este año, por comprender que nuestras amas tenían que alternar un poco. 

No vaya usted a creer que a nosotros nos gusta llevar de la correa a una persona mayor y hacerla pasear, para que den su opinión sobre. ella. Porque, por muy tranquila y amablemente que uno haya hablado antes con el ama, la presencia de otras mujeres la pone nerviosa, y entonces se siente insegura, da pasitos de aquí para allá, sonrée en los momentos inadecuados, y aun puede uno hablar de suerte si no tropieza o le pone a uno en ridículo con algún comentario imprudente. ¡Oh, nosotros estamos ocupadísimos, cuando se acerca una de esas exposiciones internacionales de señoras! Meses antes ya renunciamos a los huesos, para reunir el dinero necesario para un vestido de esos modernos, largos, y sandalias francesas... ¿Quién pregunta de dónde sacamos el dinero para un nuevo bolso de piel, que entre los perros hermanos viene a costar sus quinientos chelines? ¿Y quién paga la gasolina del coche en el que llevamos de paseo por la ciudad a nuestras amas, para que siempre Ileguen bien peinadas, sin que se les hayan arrugado los vestidos y, además, sin sufrir las molestias del calor? ¡Ay, cielos, lo que uno no es capaz de hacer para que los seres queridos estén contentos! Y a las enemistades que uno se expone con todo ello... El miércoles pasado, por ejemplo, cuando en la pérgola hubo una especie de ensayo general... Herr Josef, el presidente del club de los perros de aguas, nos había invitado a traer a nuestras amitas, para que se conociesen y tuvieran ocasión de familiarizarse con el terreno. Dos días antes empezó el bullicio. Usted, como raposero enano, no puede figurarse, amigo, en que paroxístico estado de excitación se encontraban nuestras estimadas dueñas. Tenían que ir a la modista. Y al peluquero. Y al zapatero. Les preparábamos mascarillas de belleza. A las siete en punto las hacíamos acostar. Vigilábamos que no tomasen bebidas alcohólicas y sólo alimentos insípidos y neutros. Les contábamos cuentos, para que se durmieran. Y las tranquilizábamos, diciendo: "No es cierto que Frau Von Hegedus vaya a llevar un sombrero nuevo..." O: "Ningún perro del mundo se dará cuenta de que tú nueva falda tableada solo es aquella vieja, teñida..." 

Pero... , ¿cree usted que eso servía de algo? iNi soñarlo! Mi amigo Teddy tiene relaciones con una weimaranerin muy conocida en los medios sociales, y ella le contó que el nerviosismo de su ama era tal, que se comía su rica torta perruna y le ponía a ella cualquier otra porquería. Y... ¿acaso no me suceden a mí cosas parecidas? ¿No llegó a acostarse mi ama en mi cesta, después de arroparme con gran cuidado en su cama de matrimonio? Sentí verdadero alivio cuando, por fin, salimos el miércoles por la mañana, y puedo asegurarle que sólo la gran amistad que desde hace años nos une a nuestras amas impidio que perdiésemos la paciencia. 

En el Prater todo estaba como habíamos esperado, más o menos. Junto a Josef, el presidente, había, sentados y de pie, representantes de todo el mundillo periodístico vienés, meneando el rabo y lamiendose los labios. Yo saludé al terranova de la Weltpresse y al fox-terrier de la Kleines Blatt, que me hizo fijar en un encantador: chow-chow, que es un nuevo reportero de Welt am Abend. 

—A veces le vienen a uno ganas de pasarse a la competencia... —dijo el terranova, a la vez que se descubría muy cortés. 

—Oiga —le susurré yo al fox-terrier—, ¿no podría usted mencionar, en su informe, que mi ama Ileva un vestido de Ella Bey? Juzgue usted mismo: ¿Había visto nunca algo más sugestivo que esa caída de los pliegues, esa gracia de la línea, esa noble elegancia de la forma? Por cierto: tiene algún plan para esta noche? Yo tengo unos cuantos huesos de primera, en la heladera. ¿Por qué no viene a casa...? 

A mi lado carraspeó un alano alemán, que murmuró: 

-¡Hay que ver los métodos a que recurren ciertos perros...! 

¿Cree usted que su comentario me molestó? ¡Bah! ;Se acostumbra uno a muchas cosas, en estas exposiciones de señoras! Hay perros que carecen absolutamente de humor. 

Encogí con altanería los hombros (los delanteros) y tiré de mi ama para Ilevarla a la pasarela. Bien despacio, tratando de llamar la atención sobre ella mediante mi presencia. Y lo conseguí. Me detuve, dejé floja la correa, para que ella pudiera volverse libremente, y dirigí una sonrisa al dogo del Wiener Kurier, sentado sobre la hierba detrás de dos pequeños grifones que lucían sendos lazos rojos, fumando su pipa. Al fin y al cabo no era más que un ensayo general. "Hasta el domingo —pensé—, aún tendré tiempo de beber unas copas con un par de perros influyentes. ¿Para qué se toma uno tantas molestias, si no es para proporcionar al menos un premio a la amita?" 

Después de haber pasado, volvimos a los bancos, y yo coloqué a mi dueña de forma que pudiese ver como los demás perros presentaban a sus amas. En su mayoría, los perros se portaron bien. Sólo un par hicieron tonterías y trataron de llamar la atención de los espectadores con detalles de poca categoría, tales como gimoteos, levantar la pata y dar saltitos de un lado a otro. Pero no contaban, me digo yo, con la distincion y la fina sensibilidad de nuestros perros de la Prensa, que enseguida descubrieron el objeto de tales maniobras.  - ¿Se ha fijado usted en la permanente que lleva la pequeña Sonia? —me preguntó mi vecina, una perra pastor alemán—. Hay personas que sólo dan importancia a lo exterior... Una, en cambio, valora más el carácter... Claro que —añadió, al cabo de un rato—si yo tuviera su peluquero... 


Esto, para que vean que cada cual se hace sus propias reflexiones.

 Por cierto que resultaba algo ridículo que algunas personas, tergiversando un hecho clarísimo, intentaran pintar la cosa como si fuesen ellas las iniciadoras y organizadoras del concurso. Por consiguiente, las señoras que tomaban en brazos a sus acompañantes, con exclamaciones como estas: "¿Verdad que es rico mi Cuchicuchi?"', despertaban entre nosotros más hilaridad que indignación. (Todo san bernardo es lo suficientemente elegante, desde luego, como para prescindir de montarse encima a su acompañante y pasearla de arriba abajo.) 

Como dijo el presidente Josef, todo basset inteligente debía comprender lo que se pretendía con maniobras de ese tipo. Al fin y al cabo, uno tampoco es tonto, ¿no? Después que los adultos han conseguido, en muchas ocasiones, causar la impresión de que, por ejemplo, los parques de atracciones como el Prater no fueron montados para ellos, sino para diversión de los queridos niños, ahora parecían empeñados en hacer ver ante el mundo que no se trataba de un concurso de señoras, sino —vanity of vanities— ide una exposition canina! 

Semejante idea se desvirtuaba por sí misma, de tan grotesca. Nosotros, los perros expuestos, sólo protestamos contra ella por mantener la forma. De sobra sabemos que nadie que haya asistido —aunque sólo sea durante cinco minutos— a uno de los mencionados concursos, podra hacer suya tal suposicion. Pero nosotros no nos enfadamos con nuestras amas. Les perdonamos la pequeña presunción con que se colocaban más y más en el centro, aparentando, al mismo tiempo, que se retiraban a la periferia del interés general. Todos tenemos nuestras debilidades. Y hay que tener en cuenta que, al fin y al cabo, una persona así no es más que un pobre perro... 















NOTA DEL PERIÓDICO THE WEEK JUNIOR  DEL 3 DE MAYO DE 2024 SOBRE UNA FAMOSA EXPOSICIÓN CANINA.












ESA EXTRAÑA GENTE CON LA EXTRAÑA COSTUMBRE DE EXPONER PERROS

© Eduardo De Benito

Los aficionados a las exposiciones forman un mundo peculiar, con normas y valores específicos, que resulta difícil de comprender para los extraños. Para la mayoría de los aficionados a las exposiciones caninas, exhibir perros no es un mero juego, sino una forma de vida. Esta forma de vida, que hace que el dueño de un perro se sienta satisfecho, también le brinda la compañía de otras personas y le permite cumplir sus ambiciones. Gracias a los triunfos obtenidos por los perros que cría, se hace un nombre entre otros entusiastas de la cría de perros. Además, gracias a su experiencia en exposiciones caninas, adquieren relevancia en la percepción de los demás. Afición o vicio, es difícil abandonar el colorido mundo de las exposiciones caninas.

En 1899, el economista Thorstein Veblen publicó «La teoría de la clase ociosa», un análisis sobre el naciente consumismo, en el que incluye a los perros de lujo que se habían convertido en la moda de las exposiciones caninas de la época, desplazando a las razas de trabajo. Los califica como un ejemplo de lo que denomina «consumo ostentoso», bienes adquiridos para proyectar un estatus social y no por su utilidad práctica. Cronológicamente, es la primera crítica académica a los estándares de crianza y exhibición de los kennel clubs. Estas instituciones se declaraban guardianas de los valores estéticos de los perros. Funcionaban como entidades policiales que premiaban o castigaban lo que consideraban correcto o incorrecto, basándose estándares que no tenían respaldo científico. 

Para muchos propietarios, las exposiciones se habían convertido en un elemento importante de su vida. Los animales domésticos se dividieron en dos categorías: los que aportaban beneficios económicos y los que satisfacían necesidades emocionales. En las exposiciones caninas, el cuidado, la dedicación y el tiempo invertido en entrenar y presentar al perro no solo responden a motivaciones competitivas, sino también a la necesidad de fortalecer el vínculo emocional entre el dueño y su mascota. El orgullo por los logros del perro se vive como una expresión del propio valor personal, y el éxito del animal se convierte en una forma de realización emocional del propietario. Hoy los perros desempeñan un papel muy valioso en la vida familiar. La relación entre el dueño y su perro es simbiótica, es decir, beneficia por igual a ambas partes. Este vínculo se basa en la confianza, el amor y el respeto mutuo. Se han convertido en pilares emocionales y sociales para sus dueños, desempeñando tres funciones importantes:

a) FUNCIÓN SOCIAL.

b) FUNCIÓN SUSTITUTIVA.

c) FUNCIÓN DE PROYECCIÓN DEL EGO.

La FUNCIÓN SOCIAL facilita las relaciones interpersonales. Las exposiciones caninas, más allá de su carácter competitivo, cumplen una función social, ya que fomentan las relaciones entre los aficionados. Son puntos de encuentro donde se hacen amistades con personas de gustos afines. El interés compartido por las razas de perros genera un sentimiento de grupo, una suerte de comunidad que trasciende lo meramente individual. Los participantes no solo acuden para exhibir a sus animales, sino también para relacionarse con personas con las que comparten intereses culturales y conocimientos especializados. Esta interacción en torno a un interés común crea un espacio de sociabilidad que legitima la cría de perros.

En este contexto, el perro actúa como un mediador simbólico, vehículo de reconocimiento social, instrumento de distinción y señal de pertenencia al grupo. El perro es la demostración de los conocimientos y la dedicación del dueño a la selección de la raza. Se celebran las cualidades del perro, pero también la capacidad de su dueño para criar, entrenar, invertir y participar en ese círculo especializado. En las exposiciones también hay una dinámica de exclusión e inclusión. Quienes conocen y manejan los códigos del grupo acceden al reconocimiento y la legitimidad, mientras que los profanos suelen quedar al margen. La cohesión del grupo no solo se da por la afinidad, sino también por la diferenciación respecto a quienes no comparten el mismo universo cultural. Son espacios donde se combinan el gusto, el conocimiento técnico y el vínculo emocional con los perros en torno a una comunidad, que aporta al propietario sentido de pertenencia y distinción.

En la FUNCIÓN SUSTITUTIVA, el perro reemplaza los vínculos humanos. Asume un papel importante en la vida del propietario, ya que proporciona apoyo emocional. Prácticas como celebrar el cumpleaños del animal o el popular término «perrhijo», usado para referirse a un animal de compañía al que se trata como a un miembro más de la familia, son conceptos relativamente recientes e indicativos del importante papel que los perros desempeñan en la sociedad actual. La función sustitutiva que muchos dueños otorgan a sus perros es cada vez más importante en la sociedad occidental, con sus nuevos modelos de familia. En las exposiciones caninas emerge una dimensión íntima y emocional, el perro no solo es un animal de compañía o un ejemplar para la competición, sino que asume un papel simbólicamente humano dentro del mundo afectivo del propietario. El cine, siempre atento a reflejar los cambios sociales, ha plasmado estos cambios en películas como «Best in Show», de 2000 o «Marley y yo», de 2008. 

La PROYECCIÓN DEL EGO es un mecanismo psicológico mediante el cual una persona atribuye a otro pensamientos y deseos, ya sean conscientes o inconscientes, que desearía poseer. El perro sirve como objeto simbólico que representa una extensión externa del propietario. Los perros, debido a su cercanía evolutiva y emocional con los humanos, actúan como reflejo de la identidad del dueño. Este fenómeno se hace evidente en la elección de la raza. La preferencia por un tipo de perro no siempre responde a criterios de funcionalidad (tamaño, espacio, actividad física), sino que también se debe a factores psicológicos más profundos. El perro acompaña al propietario, pero también lo representa, lo complementa. Esto se manifiesta cuando el dueño elige una raza que encarne rasgos que admira o que desea reforzar en sí mismo, como la fuerza, la elegancia o la belleza. Un pastor alemán puede simbolizar la disciplina, un galgo afgano la elegancia, un labrador retriever la amabilidad y un dogo alemán la fuerza. Actúan como un refuerzo positivo de la autoimagen del propìetario.

LA OSTENTACIÓN, ANÁLISIS DE LA TEORÍA DE VEBLEN

En «La teoría de la clase ociosa», Thorstein Veblen analizó cómo los ricos exhiben su riqueza mediante el consumo ostentoso de bienes de lujo para demostrar públicamente su estatus. Para Veblen, los animales son bienes de producción, artículos que se utilizan para obtener beneficios. Tienen una finalidad práctica y rentable; igual que la vaca da leche y carne, el perro proporcionaba protección y utilidad cinegética; por lo que su valor estético carecería de interés. Pero es precisamente en los años en que Veblen pergeña su teoría cuando los perros de razas selectas alcanzan precios altísimos, solo asequibles para los más pudientes. Veblen lo llama «consumo ostentoso», el de personas que utilizan el consumo para afirmar su estatus social. Al igual que las joyas señalaban el estatus social de la mujer, el perro de lujo definía el estatus social de su dueño. La clave está en empleo del perro, si es puramente productivo (perros ganaderos), se ignora la belleza; si es para ostentación, (perros de lujo) se resalta. Cuando, a finales del siglo XIX, dejó de considerarse al perro como un animal productivo, Veblen lo aleja de los trabajos tradicionales (caza/pastoreo) y lo convierte en un símbolo de prestigio personal. Los perros de exposición supusieron una ruptura con la idea de que los animales solo tienen valor utilitario. Con el nacimiento de la cinofilia y la proliferación de las exposiciones caninas, los perros se convirtieron en objetos de ostentación estética, criados para cumplir estándares de belleza artificiales y carentes de utilidad práctica. Su valor ya no era productivo, sino simbólico.

Las exposiciones caninas fueron el mejor reflejo de cómo el capitalismo mercantiliza incluso lo cotidiano. En las exposiciones, los perros pasaron a ser considerados bienes estandarizados, sujetos a criterios de calidad que podían ser medidos. Esto refleja el capitalismo del siglo XIX, en el que los perros valían tanto como valiese su pedigrí, es decir, un certificado que justificaba su elevado precio. Veblen sostuvo que los animales de producción no podían ser vistos como bellos, pero los perros de exposición muestran que, cuando un animal se integra en el consumo estético, su belleza sí se exalta.

Con la difusión de la cinofilia, la posición del perro entre los animales domésticos cambió radicalmente. Se comenzó a prestar atención no solo a sus rasgos de carácter, sino también a su apariencia física. La belleza del perro se convirtió en uno de los factores más importantes a la hora de elegirlo. Comenzaron a crearse razas de perros, teniendo en cuenta principalmente los rasgos físicos y centrándose en la apariencia externa. A finales del siglo XX, esto se convirtió en un problema de salud que llevó a la cinofilia a un callejón aparentemente sin salida. Los rasgos externos deseados podían, en gran medida, incapacitar al perro al afectar a su salud e incluso contribuir a numerosas enfermedades de base genética. Aquel binomio inicial, de perro y prestigio, en el que cuanto más extraña y rara sea la raza, mayor será el prestigio del dueño, se volvió en contra de la cinofilia.

A continuación, leamos el texto original del economista norteamericano.

TEORÍA DE LA CLASE OCIOSA

© Thorstein Veblen

Al perro a menudo se le menciona como el amigo del hombre, y se elogia su inteligencia y fidelidad. Esto significa que el perro es sirviente del hombre y que posee el don de una sumisión incuestionable y la rapidez de un esclavo para adivinar el estado de ánimo de su amo. Junto con estos rasgos, que lo hacen idóneo para la relación de estatus, el perro tiene algunas características de valor estético más dudoso. Es el más sucio de los animales domésticos en su persona y el más desagradable en sus hábitos. A cambio, adopta una actitud servil y aduladora hacia su amo, y una disposición a causar daño y molestias a todos los demás. Así, el perro se gana nuestro favor al satisfacer nuestra propensión al dominio, y como además representa un gasto y generalmente no cumple ningún propósito industrial, ocupa un lugar bien afianzado en la estima humana como un ser de buena reputación. Al mismo tiempo, el perro se asocia en nuestra imaginación con la caza, una ocupación meritoria y una expresión del honorable impulso depredador. Desde esta posición ventajosa, cualquier belleza de forma, movimiento o cualidad mental encomiable que posea se reconoce y exagera convencionalmente. Incluso aquellas variedades de perros que han sido criadas con deformidades grotescas por los aficionados a los perros son consideradas legítimamente hermosas por muchos. Estas variedades de perros se valoran y gradúan estéticamente en proporción al grado de grotesco e inestabilidad que adopte su deformidad en cada caso. Para este análisis, su utilidad diferencial, basada en lo grotesco y la inestabilidad de su estructura, se reduce a términos de mayor escasez y, por ende, mayor costo de producción. El valor comercial de las monstruosidades caninas, como los perros de compañía predominantes, tanto para hombres como para mujeres, reside en su elevado coste de producción, y su valor para sus dueños reside principalmente en su utilidad como artículos de consumo ostentoso. Indirectamente, al reflexionar sobre su alto valor honorífico, se les atribuye un valor social; así, mediante una fácil sustitución de palabras e ideas, pasan a ser admirados y reputados como bellos. Dado que cualquier atención dedicada a estos animales no es en absoluto lucrativa o útil, también es reputada; y como el hábito de prestarles atención no está mal visto, puede convertirse en un apego habitual de gran tenacidad y carácter benevolente. De modo que, en el afecto depositado en los animales de compañía, el canon del gasto está presente, más o menos remotamente, como una norma que guía y moldea el sentimiento y la selección de su objeto.





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