AMOR INTERESPECIE

AMOR INTERESPECIE

VISTAS

¡BUEN DÍA!

¡BUEN DÍA!
PERROS Y GATOS FAMOSOS LA FAMA ES PURO CUENTO (AQUÍ NO TRATAMOS SÓLO DE PERROS Y GATOS AFAMADOS O CON AMIGOS CÉLEBRES) PERO ES UNA BUENA PUERTA DE ENTRADA PARA CONOCER HISTORIAS O ESTAMPAS ENTRAÑABLES. AL FIN Y AL CABO: EN CUALQUIER PERRO O GATO CONFLUYEN TODOS LOS PERROS O GATOS QUE EXISTEN O HAN EXISTIDO TANTO EN LA REALIDAD COMO EN LA IMAGINACIÓN HUMANA.

TRANSLATE

TRANSLATE
TRANSLATE

Translate

SEARCH/Buscar en este blog

viernes, 1 de diciembre de 2023

TILO - JUANA DE IBARBOUROU

 

TILO - JUANA DE IBARBOUROU

En el umbral de mis recuerdos de infancia, guardián y fiel hasta más allá de la vida, está Tilo, mi fiel perro. Con sus orejas puntiagudas, el negro hocico, el pelaje amarillo, las cortas patas, la festiva cola, tan vivo está a través de los años, que un ladrido que se pareciese al suyo, unos ojuelos como los suyos, los distinguiría ahora mismo entre mil. No sé como llegó a mi casa. Alguien debió de dármelo pequeñito.


Lo veo ya andando a mi lado, con sus saltos, su mirada llena de amistad, su sombra menuda siempre confundiéndose con la mía un poco más grande. Goloso como un niño, me enseñó a ser dadivosa a fuerza de quererlo. La incorregible "manoabierta" de hoy hizo con él su aprendizaje de generosidad. La mitad de mis provisiones dulces era para Tilo. 

A veces él, sin conciencia de su glotonería, miraba de un modo tan lleno de codicia mi último pedazo de bizcocho, o el postrer terrón de azúcar que tenía en la mano, que dejaba yo de comerlo para dárselo, lo que no era obstáculo para que, más de una vez, luego que se lo hubiera comido, si mi apetito no estaba satisfecho, las lágrimas se me agolparan en los ojos y un tirón de la cola del pobrecillo fuera el corolario de mi magnanimidad.


Tilo! Imitando a mi madre, yo solía decirle "mi ángel", "mi tesoro","preciosidad", "encanto", y llegó a familiarizarse de tal modo con esos nombres de ternura, que a cualquiera de ellos respondía como al suyo propio. Cuando empecé a ir al colegio, me acompañaba hasta la puerta llevando en la boca mi canasta con la merienda y la pizarra. Todos los chiquilines del pueblo lo conocían y me lo codiciaban. A la salida de clase era un tumulto en torno suyo:


-Tilo, serví en dos patas, Tilo.


-Chúmbale, chumba...a...lée a Mariquita, Tilo.


El grito de miedo gozoso de la niña:


-Ay, a mí, no, Tilito, a mí no!


Y la voz de la maestra vigilante:


-Niños, quietos. Susana, márchate ya con Tilo...


¡Ese cuzco...! 


(Cómo está todo esto en mi corazón, Dios mío!).


El ladraba, corría con la lengua fuera, tras unos y otros, alegre como de elástico, pero siempre atento a mis pasos y a la orden de recoger la canasta, que ponía fin a sus correrías. Después que la tomaba en la boca, sólo con la cola parecía haber descubierto el movimiento continuo, seguía respondiendo a los gritos joviales y a las solicitudes interminables. Marchaba entonces a mi lado, sobre sus cortas patas, con una obediencia de buen servidor que cumple honradamente su tarea.


A mí me parecía hermosísimo. Ahora no tengo la misma convicción, pero me enternezco recordándolo. Desde la otra vida, él estará moviendo lleno de contento la inquieta cola, ante esta invocación que es como un tierno llamado: 

—Tilo, "mi angel", ven hasta mi. ¿Reconoces en esta mujer sin sonrisa, un poco triste, que está hablando de ti en este papel, a tu amita Susana? Tilo, ya no puedo darte bizcochos de anís, ni terrones de azúcar. Pero toma este recuerdo. pequeño compañero de mis seis años angélicos. 

Para tu sombra fiel, será como eran para tu gusto de goloso mis sabrosos pedazos de azúcar negra. Yo adoraba también a mi madrina, pero por Tilo estuve resentida con ella toda una tarde. La adoraba porque me cubría de mimos y de regalos, porque era hermosa, usaba vestidos llenos de encaje, peinetas con diamantes, una larga cadena de oro para el abanico rutilante de lentejuelas, y porque vivía en Montevideo. 

Para mí tenía algo de reina o de hada, que me enorgullecía. Mi prima Soledad era ahijada de una vieja señora que sólo le regalaba una libra esterlina cada año, en su santo, entregándosela a su madre para que la guardase, y usaba chalón de viuda y lentes de miope. 

La madrina de Margarita, mi vecina, era Cesárea la costurera, flaca, verdosa y tan agobiada, que siempre parecía andar buscando sus agujas. La de Filola tenía peluca y la piel marchita. La de Pastora siempre andaba quejosa y amarilla hablando de cocimiento de hierbas para el hígado y ungüentos para sus dolores de espaldas. Solo la mía era sana, joven, bonita, resplandeciente. Pero un día que había Ilegado de visita a nuestra casa, mi hada cometió el profundo error de decir con absoluta inconciencia mirando a Tilo desdeñosamente: 


—¿Cómo Susana se ha encamotado con ese perro tan feo y tan ordinario, Isabel? Cuando vuelva a Montevideo voy a mandarle uno Iindo, de raza, por la diligencia de don Domingo Suárez. Este es horrible. ¿De donde lo sacaron? Lentamente fuí retirando de su mano blanca y fragante, Ia mía, morena, pequeña y no muy limpia, pues venía de la quinta con Tilo, donde los dos habíamos abierto un túnel entre la compacta trabazón de una parva de pasto seco. 

—No, madrinita. Tilo no es feo ni ordinario. Vino de la China. Lo trajo don Francisco Cuestas cuando fue a comprar el surtido de invierno para la tienda. Su mamá es una princesa y su ama de leche tomaba mate en una calabacita de oro con perlas. 

Ella soltó la carcajada. Mi madre, que comprendía mi resentimiento, dijo muy seria: —Susana tiene razón, Carmen. Tilo es muy hermoso y vino de la China. 

Y yo me sentí consolada y satisfecha por esta declaración con que la sabiduría de mi madre supo compensarme de la ligereza de mi madrina. Porque, para mí niña de pueblo que aún no conocía la elegancia de comprar los chicos en Paris, Ia China era lo maravilloso, lo edénico, el país de la fábula donde existían las cosas más ricas y mejores del mundo, desde los muebles constelados de nácar, como los de Manuelita Montero, hasta los rojos hermanitos que Ilegan a la casa sin saber más que llorar, y los perros amados como Tilo, dechados de perfección para su dueña. 












NARRACIÓN



No hay comentarios:

Publicar un comentario