CUENTO LOS HERMANASTROS - ELIZABETH GASKELL

 

CUENTO LOS HERMANASTROS - ELIZABETH GASKELL

Me quedé quieto en la oscuridad, con la nieve cayendo sobre mí. No podía ver nada y me aterraba estar cerca de alguno de los precipicios que había por la zona. Grité con todas mis fuerzas, pero las lágrimas ahogaban mi voz y apenas se me oía en medio de la noche. Pensaba en la muerte que sin duda me aguardaba y en la tranquilidad que tendría en aquel momento toda mi familia al calor del hogar, ajenos por completo a mi situación. "Cuando mi padre se entere de mi muerte caerá en una depresión profunda que tal vez incluso le cueste la vida", pensé. Y la tía Fanny tres cuartos de lo mismo. Revisité mi vida como si fuera un sueño, con imágenes de mi niñez (¡ni siquiera me había dado tiempo a vivir la adolescencia!) pasando por delante de mis ojos. En plena agonía ante la desesperación de haber tenido una vida tan corta y con un final tan ridículo, pequé un último grito desesperanzado ante el cual no esperaba recibir respuesta alguna. Pero me equivoqué. Se oyó muy a lo lejos una especie de grito tan salvaje como el mío, un grito tan desgarrador que primero pensé que podría pertenecer a los espíritus del bosque, acerca de los cuales había escuchado tantas leyendas. El corazón me latía cada vez más deprisa, fue el único sonido que escuché durante uno o dos minutos. Empecé a pensar que había imaginado aquella respuesta a mi grito de socorro. Justo entonces, escuché el ladrido de un perro. ¿Lassie? ¿Era Lassie, el collie de mi hermano? Lassie era una perra con cara de bruta, muy blanca, a la que nuestro padre solía apartar a golpes en cuanto la veía (un poco por lo mal que se portaba y un poco porque era de mi hermano, al cual no soportaba). Cuando mi padre maltrataba a Lassie, mi hermano se iba con ella al bosque y se sentaba a su lado para acariciarla, consolándola. 

    En el fondo, mi padre se arrepentía de su comportamiento, algo que quedaba claro cuando trataba de culpar a mi hermano de los quejidos de la perra por el poco caso que le hacía, obviando que él mismo acababa de pegarla. Mi hermano jamás respondía a mi padre.

Era Lassie, no cabía duda. Era el ladrido de Lassie, que corría a mi encuentro. Grité con más fuerza que nunca. "¡Lassie! ¡Lassie!" En cinco segundos la perra ya estaba a mis pies, dando saltos de alegría y ponéndose a dos patas para besarme a su manera. Mirándome a la cara con sus ojos llenos de inteligencia. Lloré abrazado a su cuerpo. Estaba muerto de miedo, pero empezaba a inundarme la tranquilidad de saber que ella había venido a salvarme."

ELIZABETH GASKELL (1810-1865)

EL PERRO DE ESTE RELATO SIRVIÓ DE INSPIRACIÓN PARA QUE ERIC KNIGHT, A MEDIADOS DEL SIGLO XX, NOVELARA LAS AVENTURAS DE LASSIE QUE FUERON TAN CÉLEBRES Y DE LA QUE SE HICIERON FILMES Y SERIE DE TELEVISIÓN.